Pistas Acerca de la Precariedad Democrática Latinoamericana by Olver B. Quijano Valencia Sunday July 15, 2001 at 06:50 PM |
olver67@yahoo.com A.A. 996 Popayán Colombia |
La reflexión pretende un análisis tangencial al predominio de la democracia liberal, en tanto tecnología del poder, en el contexto larinoamericano, señalando cómo éste régimen se ha orientado bajo criterios y prácticas autoritarios, dejando a su paso democracias precarias y una especie de déficit democrático, en medio del imperio de las instituciones representativas y de los ´mercados eficientes´.
PISTAS SOBRE LA PRECARIEDAD DEMOCRATICA LATINOAMERICANA
*Olver Quijano Valencia
Universidad del Cauca Colombia
"En América Latina se ha estancado la modernización "en los planos social y económico"; se padece un preocupante "bloqueo de perspectivas" y una "anomia generalizada": se marcha hacia "la desintegración social"; y se han difundido en la población sentimientos de "pérdida de futuro" y de "pérdida de lugar en el mundo".
Weffort, F. C.
"La creciente creencia, de acuerdo con la economía neoclásica, de que el comercio internacional sin limitaciones permitirá que los países pobres se acercarán a los ricos, va contra la experiencia histórica y contra el sentido común. Una economía mundial que se desarrolla gracias a la generación de crecientes desigualdades, está acumulando inevitablemente problemas para el futuro".
Eric Hobsbawn.
"...Así que el verdadero 'milagro' consiste en tener una democracia a la vez madura y estable. Un milagro que, para simplificar, es posible porque el sistema político es tal que el sufragio universal existe pero carece de importancia: se vota, pero no se decide; se escogen funcionarios pero no modelos de sociedad; hay elecciones pero no hay política. Y esto es así porque los actores electorales en realidad no corresponden a los actores sociales, ni los resultados electorales se traducen en decisiones sociales".
Hernando Gómez Buendía.
El hecho de que América Latina a partir del resquebrajamiento del antiguo "orden mundial" de guerra fría y de la consiguiente fragilidad y pérdida de perspectiva del comunismo en el concierto regional e internacional, pase por una fase de democratización y redemocratización; es claramente un acontecimiento innegable, a pesar de las hasta ahora aparentemente indescifrables implicaciones en la esfera socio-política, económica y cultural. Empero, el cambio de signo en la sociedad latinoamericana, el cual ha logrado cimentar la idea de la asistencia a sociedades "auténticamente democráticas", exige su esclarecimiento, en tanto, continúe prevaleciendo una visión parcelada, estrecha y finalista, que reduce la democracia a la instauración de instituciones electivas precariamente libres y de escasa transparencia, desconociendo los problemas de la sociedad y la economía, como aspectos axiales objeto de necesaria consideración y profundización.
Las últimas dos décadas han presenciado un proceso en el cual, América Latina se ha insertado en una ola de transformación de las estructuras políticas, económicas y sociales a través de imperativos propios de la nueva fase de acumulación del capital y de reexpresión del Estado, como respuestas a la dinámica mundial hegemónica y homogenizadora. Las transiciones en los regímenes políticos o el paso de las dictaduras a regímenes civiles con elecciones libres han permitido calificar la actual coyuntura como "democrática", aspecto aparentemente fortalecido por pautas de producción y consumo propias de las reglas de la competencia a escala mundial, como también por la desliberalización del dinero y del capital.
En este panorama, se han extendido la idea y el reconocimiento de la democracia como forma ideal, final, inevitable y paradisiaca de gobierno, desde la cual la redención latinoamericana no sólo es deseable, sino teóricamente proclive a la conformación de una sociedad sin conflictos de clase y sin confrontaciones ideológicas. No obstante, ésta unilateral tendencia comporta en sí misma, grandes contradicciones si se tiene en cuenta que las transiciones democráticas han soportado su desarrollo en visiones exclusivamente político-electorales, soslayando los requerimientos propios de la democratización social y fundamentalmente económica.
La transición ha comportado un doble carácter: el democrático -elecciones libres e instituciones representativas y eficientes- y el económico -desliberalización del tráfico del dinero y del capital-, aspectos insuficientes para calificar la realidad latinoamericana como altamente democrática, en tanto las medidas de apertura y ajuste estructural son eminentemente excluyentes, la integración transnacional deriva en desintegración nacional, el crecimiento de la masa marginal desborda los límites funcionales de un ejercito industrial de reserva (Nun 1.969), la precariedad institucional es evidente y persiste el ahondamiento de las formas de exclusión y pauperización social, el bloqueo al ejercicio de la ciudadanía, así como la generación de tensiones sociales dramáticas y potencialmente explosivas.
Puede entonces asumirse a América Latina como una sociedad auténticamente democrática o a la aparente democratización o redemocratización latinoamericana como representación de un inevitable marco axiológico de la vida pública de fin de siglo?
Este interrogante se configura como elemento central en la definición de un itinerario sobre el cual debe volcarse el debate acerca de la democratización latinoamericana que desde los años ochenta y a partir de la caída del muro de Berlín, se manifiesta en búsqueda de la conquista y estabilización de democracias liberales, en un ambiente convulsionado por las crecientes demandas sociales, el ascenso de la conflictualidad y la precariedad institucional. Tales características, no sólo son la imagen de nuestra realidad sino que corresponden a derivaciones del proceso traumático de globalización, en donde "obviamente se incrementan las guerras, los conflictos civiles y las fisuras sociales al interior de las sociedades, además de que aumentan las desigualdades internas, el nacionalismo, el racismo y el fundamentalismo" .
La "transición democrática" que se concreta al término de la década de los años ochenta, presupone su consolidación en las siguientes décadas, mediante la aplicación generalizada de programas de ajuste estructural y apertura económica, iniciados con antelación en regímenes autoritarios -Chile 1.973, Uruguay 1.974, Argentina 1.976-. Sin embargo, la apertura democrática y económica presupone una relación problemática, "no sólo por las dificultades económicas y las precariedades institucionales que aún subsisten a lo largo del continente latinoamericano, sino por la ausencia de consenso sobre la compatibilidad que puede existir entre la consolidación de los nuevos procesos democráticos y los modelos neoliberales en curso" , en tanto la libertad económica, restringe las libertades civiles y políticas, afecta el tejido social y suscita la profundización de la exclusión societal.
Es posible entonces desde el marco de los programas de ajuste estructural y de apertura económica, explicar el aparente ascenso democrático latinoamericano?. El interrogante puede resolverse a partir de la consideración de que la adopción e interiorización de pautas de producción y consumo como requisito del creciente poder del capital y del mercado, asume como escenario privilegiado la reforma del Estado, derivando nuevos arreglos y roles institucionales, así como nuevos criterios por los cuales se orienta la acción estatal proclive a la reestructuración y modificaciones sistémicas del mundo capitalista.
Vistos de esta forma, los programas de ajuste representan un fenómeno antagónico en sí mismo, en tanto se presencia la emergencia de un proceso de democratización con apariencia políticamente "incluyente", sumado a políticas de modernización social y económica evidentemente excluyentes, contradictorias e inseparables de la dialéctica de la dominación.
Dicho de otra manera, los planes de ajuste dan cuenta de una nueva fase de acumulación del capital, la relocalización de los procesos productivos y la requerida reestructuración del Estado, desde donde el examen democrático se reduce exclusivamente a las variaciones institucionales, sin denotar las implicaciones socio-económicas -pauperización de vastos sectores de la sociedad latinoamericana-, confirmando que desde tal perspectiva la democracia se desentiende del necesario paso de la democracia política (vista erróneamente como problema de Estado) a la democracia social (inclusión social y materialización de formas de vida cualitativamente superiores) y económica (democratización del capital).
Se puede inferir que América Latina comporta un alto proceso de ahuecamiento democrático, explicado de una parte por el creciente ahondamiento de la fosa social, la notable exclusión de significativos segmentos poblacionales, el desmantelamiento de identidades colectivas; y de otra, por la concentración del poder económico en consorcios nacionales y transnacionales. Estos elementos que configuran una preocupante radiografía no sólo latinoamericana, sino mundial, en la cual "hambre, miseria, enfermedad, desempleo, falta de oportunidad, falta de seguridad, desigualdad, desesperanza, son las palabras con las que se podrían resumir las condiciones de vida de una gran parte de la población. La injusticia económica y social...es una afrenta a la conciencia colectiva de la humanidad" .
En estas primeras líneas se han referenciado algunos elementos con los cuales insuficientemente se caracteriza a América Latina como escenario contemporáneo de la democratización, calificativo derivado en primer lugar, a partir de un cierto retorno a los gobiernos civiles en países otrora asolados por dictaduras militares y en segundo lugar, por la identificación del ascenso democrático con la instauración de instituciones electivas y representativas, "elecciones libres" o procesos político-electorales.
El primer aspecto, si bien es cierto representa un hecho significativo, no define la ausencia de manifestaciones autoritarias, por el contrario la realidad muestra la problemática permanencia de la dicotomía autoritarismo-democracia, dejando entrever en la mayor parte de naciones, el predominio de manifestaciones autoritarias, donde las pretensiones democráticas se tornan en pretextos de dominación, incapaces en la detención de tales corrientes, las que aún, según Gino Germani, en "la actual situación del sistema internacional de estrecha interdependencia y de internacionalización de la política interior, tienden a favorecer las soluciones de tipo autoritario más que las democráticas". En este escenario, ¿qué posibilidad real tiene un sistema democrático en un ambiente que hasta ahora privilegia las salidas autoritarias?. Es posible ser democráticos en un universo que no lo es?.
La conquista de mecanismos propios del régimen democrático en Latinoamérica no se ha traducido en desarrollo democrático en su más amplia acepción. Dicho de otra forma y parafraseando a Nobert Lechner, una vez conquistados ciertos elementos mínimos, la teoría democrática se vuelve extrañamente inocua para dar cuenta de los nuevos retos.
''Percibimos, entonces, que no es lo mismo tener democracia a gobernar democráticamente. La atención se desplaza a la política para descubrir que el gobierno democrático parece obedecer a criterios diferentes al credo democrático. Una cosa es la democracia como sistema normativo de organización y legitimación del poder político y otra cosa el abigarrado campo de las dinámicas, interacciones y constricciones en que se deciden (o no) las políticas democráticas. La política democrática tiene que ver no sólo con quién y cómo se decide, sino igualmente con la forma en que está organizada determinada sociedad y la manera con que concebimos y percibimos la intervención política en la vida social. Es decir, no podemos analizar los problemas y desafíos de una política democrática en nuestros países sin tener en cuenta las condiciones sociales e históricas en las cuales tiene lugar"
El segundo aspecto encierra una errática y minimalista concepción del desarrollo democrático, que expresa una visión exclusivamente político-electoral, desconociendo a la democracia en su sentido sustancial y ético, para validarla como procedimiento e instrumento, cuyo substrato es el sufragio universal, desde donde se asumen los ámbitos electorales como escenarios democráticos por excelencia.
La democracia explicada como ascenso en el número de quienes votan, representa una precaria visión desde la cual erróneamente se argumenta el crecimiento de los estados democráticos a nivel latinoamericano e internacional, el alcance de la ola democratizadora y la vigencia de tal forma de gobierno, independientemente de la calidad que caracterizan las condiciones en que se desenvuelven el fenómeno, el tipo de reglas para la convivencia, la idoneidad de los actores y la diafanidad de sus conductas, etc.
En tal dirección, la democracia se constituye como un procedimiento por el cual y a través de los procesos eleccionarios se legitiman las democracias liberales - mediocracias-, distantes de la materialización de ideales de igualdad y libertad, asumidos como el derecho a gozar de lo objetivamente valioso y a participar sin interferencia en la distribución de lo valioso, la definición de los asuntos públicos, la socialización de las oportunidades y la erradicación de los privilegios.
Debe quedar entonces claro, que hasta hoy, la democracia en América Latina es una cosa, pero el grado de democracia y la democratización, otra distinta. La evolución democrática deberá entonces, dar cuenta de la superación de criterios operativos y posturas instrumentales, para pasar a materializar acciones conducentes al tránsito del proceso de democratización del Estado a la democratización de la sociedad, que implica frenar la creciente exclusión social y avanzar en la democratización del capital. Tal propósito en el marco de los programas de ajuste estructural y apertura económica predominantes, deberá trabajarse alrededor del problema de la inclusión y no de la exclusión como hoy operan, es decir, superar la agudización del deterioro económico y social, en el cual se impone la redemocratización política y contradictoriamente se formulan estrategias de crecimiento para unos, así como estrategias de sobrevivencia y planes contra la pobreza absoluta, para otros.
Uno de los obstáculos como ya se ha insistido es la explicación a partir de una de las parcelas -la visión política-electoral-, desde la cual evidentemente Latinoamérica podría catalogarse como democrática. Sin embargo, desde la óptica omnicomprensiva e integral, la democracia no se visualiza en el horizonte debido al predominio de obstáculos, problemas y desafíos que enfrentan estas sociedades, sin que su abordaje se aprecie y sin que la erradicación de prácticas autoritarias se concrete.
Hoy la democratización latinoamericana enfrenta varios problemas que requieren atención permanente. Estos están referidos fundamentalmente a las pautas neoliberales que signan la dinámica política-económica, en tanto centran la discusión y las definiciones alrededor de la economía de mercado y al establecimiento del Estado mínimo. De tal problema se deriva el desafío de incorporar las economías conforme a las exigencias del "nuevo orden" económico mundial, no ya desde condiciones de restricción de las libertades públicas, tal como pasó con las dictaduras del cono sur, sino bajo formas que propicien la emergencia de estabilidad democrática, lo cual presupone profundización política y democratización económica.
Su inobservancia ratificará y extenderá la vigencia de lecturas que ya desde el año de 1.990 se hacían desde vertientes de opinión como el Informe del Diálogo Inter-Americano (Las Américas en un Mundo Nuevo), en el sentido en que, no puede esperarse que las instituciones democráticas prosperen bajo condiciones de coacción económica, cuando millones de ciudadanos carecen de empleo, alojamiento adecuado y nutrición apropiada, educación básica o esperanza en el futuro... más gente que nunca está atrapada en la pobreza, el desempleo y el subempleo se extendieron prácticamente en todos los países. Los salarios se deterioraron marcadamente en un cincuenta por ciento en algunos lugares. La calidad de la vivienda, la atención médica y la educación empeoraron constantemente. Los índices de criminalidad crecieron. La vida se ha vuelto más dura en América Latina.
El desarrollo latinoamericano previsto desde los lineamientos internacionales de reacomodamiento de las unidades productivas y de los agentes del sistema económico, así como de recomposición de los ámbitos en que se orienta la producción y reproducción del capital y la fuerza de trabajo; expresa una alta orientación cercana al fundamentalismo mercantilista culpable de la emergencia de antagonismos suscitados por polos exitosos de desarrollo, desde los cuales se explica el génesis de regiones altamente periféricas y sus consecuentes retrasos socio-políticos y económicos, no como retrasos temporales, sino como limitaciones de orden estructural.
Las políticas de apertura en tanto no consulten las exigencias históricas de la población respecto a la necesaria democratización económica, continuarán representando un cúmulo de tensiones potencialmente explosivas distantes de las condiciones para el buen funcionamiento del método democrático.
Las medidas de apertura circunscritas en el marco de la globalización, parecen no facilitar la construcción-reconstrucción democrática tanto en América Latina como en el concierto internacional, por cuanto encierra el problema de la fragmentación, en tanto, tal planteamiento metafórico (globalización) por cierto, encierra la idea de la perpetuación de un sistema de dominación distante de la reciprocidad en los beneficios del intercambio.
La democracia entonces, se torna más problemática vista a la luz del ascendente estado de la conflictualidad e ingobernabilidad, a la vez que
hoy lo que es unificado a nivel mundial no es una voluntad de libertad, sino de dominación, no es el deseo de cooperación, sino de competición, todo esto, requiriendo un rígido esquema de organización que atraviesa todos los rincones de la vida humana. Con tales designios, lo que globaliza, falsifica, corrompe, desequilibra, destruye" .
Así, "las formas concretas dominantes de globalización son el inicio, la violencia, el empobrecimiento material, cultural y moral, vuelto posible por el discurso y la práctica de la competitividad a todos los niveles, ... el sistema mundo tendrá más bien tendencia a ampliarse y ganar terreno tan sólo agravando las contradicciones ya presentes" .
Obsérvese cómo la construcción democrática es estrictamente problemática y no lineal y direccional como se intenta presentar en la prosaica que acompaña la explicación de las nuevas realidades epocales. La democracia por la vía de la modernización posiblemente ha tergiversado el desarrollo de libertad, igualdad y fraternidad, como principios legados por la Revolución Francesa de carácter burgués, acogidos por el credo democrático, o ciertamente ha materializado su alcance y significación. En el contexto actual significan respectivamente, libre concurrencia o ausencia de restricción para acceder al circuito económico como productor, consumidor o usuario; igualdad del ciudadano (constitucionalización o positivización de derechos) e igualdad de mercancías (valor de cambio y dinero como pautas de la nueva sociabilidad) y reciprocidad o simetría en el beneficio suscitado por el intercambio. Principios explicados desde la dinámica económica sin mayores consideraciones acerca de la concreción de justicia social y realización humana.
¿Cómo puede concretarse la democracia en una sociedad sin referentes o principios de justicia distributiva, donde las decisiones políticas se encuentran sobredeterminadas por su impacto económico, así como las profundas transformaciones de la sociedad latinoamericana, se aplazan indefinidamente?.
Indudablemente el futuro democrático latinoamericano es sombrío, incierto y contradictorio, por cuanto tal como lo advierte Atilio A. Boron,
la democracia no convive pacíficamente con los extremos; el exceso de pobreza y su contraparte, la ostentación de la plutocracia, son incompatibles con su efectivo funcionamiento. Si los pobres se transforman en indigentes y los ricos en magnates, la democracia primero se paraliza, luego se convierte en una farsa y finalmente, se produce el sinceramiento entre economía y política mediante la restauración de la dictadura
Las cuestiones por resolver en Latinoamérica, deben girar de una parte, entorno al tratamiento de ciertos enclaves autoritarios, con prerrogativas, formados en el marco de la guerra fría y en la doctrina de la seguridad nacional, con alto influjo en la conducción civil de la vida política, interesados en una apertura restringida y en el mantenimiento de manifestaciones y prácticas autoritarias. De otra, debe agenciarse el combate al resurgimiento del poder oligárquico regional y de sus redes clientelistas, que debilitan la capacidad de expresión de las instituciones democráticas.
La ola democrática en América Latina, ubica ciertamente a esta forma de gobierno y de organización de la sociedad como "idea fuerza" o denominador común de las cuestiones políticamente relevantes, teóricas y prácticas. Sin embargo, el aumento de Estados democráticos y el avance del proceso "democratizador" en América Latina, no ha significado necesariamente un salto cualitativo hacia un mejor funcionamiento de la sociedad. Por el contrario, el reconocimiento de las altas tensiones estructurales se traduce perversa e inexorablemente en una estructura ingobernable, agravada por el creciente proceso de pauperización de amplios sectores de las sociedad Latinoamericana, la progresiva deslegitimación y la precaria estabilidad.
Esta lectura, denota un paisaje distante del imaginario considerado por la retórica democrática, la cual sustenta la ascensión de los actuales regímenes desde la existencia de elecciones libres y posiciona a la democracia como formula mágica y paradisiaca sin consideraciones acerca de la enorme complejidad de la sociedad latinoamericana, la necesidad de abordar la democratización económico-social y la realización de promesas que aluden a la realización humana. Tal vez, el gran interrogante parafraseando a Atilio Boron, es ponderar hasta qué punto puede progresar y consolidarse la democracia en un marco de inmiseración generalizada como el que hoy afecta a las nacientes democracias latinoamericanas, que carcome a la ciudadanía sustantiva de las mayorías, precisamente cuando más se ensalza su emancipación política.
La aspiraciones democráticas continuarán, sin duda, haciendo parte de la agenda política, concebidas como ideas guías en la movilización social hacia formas de ahondamiento democrático, distantes del credo autoritario que aún se reserva ciertos espacios y torna precario el ambiente socio-político finisecular, en el cual lamentablemente "ha sido posible, por primera vez, vislumbrar cómo puede ser un mundo en el que el pasado ha perdido su función, incluido el pasado en el presente, en el que los viejos mapas que guiaban a los seres humanos, individual y colectivamente, por el trayecto de la vida, ya no reproducen el paisaje en el que nos desplazamos y el océano por el que navegamos. Un mundo en el que no sólo no sabemos a dónde nos dirigimos, sino tampoco a dónde deberíamos dirigirnos" .
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